No vivimos en la luna. Estamos aquí y ahora. Las propuestas que hacemos, tanto de funcionamiento cotidiano como los análisis a largo plazo de la realidad económica y sindical no son utopías, ni descabellados argumentos para autosatisfacernos.
Pero es más fácil descalificarnos utilizando esas manidas acusaciones, que bajando al terreno de discutir lo que proponemos.
Los que tienen el poder, los que se benefician de él, o los que no quieren tener conflictos en su arquitectura mental, prefieren llamarnos locos, antiguos, desfasados.